El año pasado, en el CaixaForum de Madrid, tuve la oportunidad de disfrutar de una exposición del fotógrafo Henri Lartigue.
Hoy he vuelto a recordarla al leer el artículo «Posar o no posar, esa es la cuestión» de El País, en el que entre otros se menciona a este fotógrafo.
Jacques-Henri Lartigue (1894 – 1986) vivía en el seno de una familia burguesa, poseía relativa facilidad para adquirir nuevo material fotográfico, su padre era un gran aficionado a la fotografía y además estaba suscrito a muchas revistas de la época. Desarrolla un interés general por el arte: se ganaba la vida como pintor y hasta los 69 años no descubrió que su afición por la fotografía también podía ser valiosa.
Y es que la obra de Lartigue plasmaba la importancia del presente. El fotógrafo supo comprender «la fragilidad del instante». Sabía plasmar a las personas y especialmente a las mujeres, que siempre intentó fotografiar en diversas situaciones y ocasiones.
En efecto, a Lartigue le gusta plasmar lo cotidiano. A lo largo de su vida retrata a las mujeres que pasan por su vida; sus juegos y diversiones de infancia y juventud con su familia; sus paseos y viajes.
Con todo, Henri Lartigue nos deja un legado fotográfico que transmite precisamente lo que él pretendía: la vida es corta, breve, y debemos vivir el presente disfrutando de cada pequeño detalle diario.