Podría ser la estética la más importante de este lugar, pero no lo es. Nunca lo fue. Por eso no desgasté mi cabeza ni mis horas en ponerle más que unas cortinas supletorias y una imagen que decía todo lo que mis ojos pudieron ver bello alguna vez.
La gente debería olvidarse de repintar a veces sus fachadas, dejarlas tal como el tiempo las engalana, con sus rotos, sus grietas, con sus goteras.
La gente debería ser gente.