El dolor de las cosas perdidas. El dolor de pensar que ganaste a base de más dolor.
Que los abrazos se transforman y se hacen de agua.
Que los cuerpos a veces parecen estaciones con paradas.
Y los lunares se confunden, porque no siempre tres se hacen en raya.
Porque a veces mis ojos aún siguen perdidos en aquel horizonte naranja donde se cruzaban vías, precisamente cuando yo pensaba que estaban perdidos en otro horizonte azul celeste, con montañas verdes y pureza que al final resultó ser escondite.
Eran cadenas. Cadenas de odio contenido por querer transformarlo en ignorancia.
Pero la ignorancia llega cuando uno quiere conocer, justamente.
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