Cuando te sientes con ganas de llorar de forma constante, desconsolada, sin saber por qué.
Cuando crees que la vida se te cae encima, cuando te sientes un fracaso, cuando lees y lees y lees... pero no actúas, nunca, y solo te dedicas a admirar melancólicamente lo que sí hacen los demás, lo que ganan en fuerza y vida.
Cuando no encuentras el motor propio que tanto necesitas y sabes que, en el fondo, tu propia vida merece tener.
Cuando papá pone Michelle en su casa, en el ático, porque tú se la has recordado a más de 600 Km de distancia. «Ayer tu padre puso a los Beatles y sonaban por toda la casa, qué casualidad»... y tú sabes que no, que no fue una coincidencia, que papá te escuchó... y que ambos sois las personas más sensibles y tiernas del mundo.
Pensar que tú puedes ser muchas cosas, pero que estás estigmatizada medianamente, que por más que alguien te diga lo contrario, por más que muchos te acaben atosigando incluso para decirte que tú eres algo diferente y único, no puedas ni sepas ya cómo luchar.
Por querer algo, pero no saber ir a por ello. Por querer esconderte bajo el nórdico, entre libros y música dulce y nostálgica, mientras el horno siempre tiene algo rico dentro.
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